Antes de llegar a Ollantaytambo, tenía la ilusión de
poder enseñar a niños; sin saber que el sueño se haría realidad.
A los pocos días de habernos instalado, nos dijeron, nos
vamos a la Escuelita de Rumira, el camino duró solo quince minutos.
El hecho de llegar al lugar, lleno de alegría nuestros
corazones y finalmente interactuar con los niños sobrepaso todas nuestras
emociones.
Cada uno de ellos, con una especial historia, inocencia,
sonrisa y ganas de querer aprender inglés y francés; y con su infaltable
estruendoso saludo de ¡Buenos días Señorita y Señor!
Nos designaron tres clases cada una compuesta por dos
grados, desde primero hasta sexto de primaria, con diez y ocho alumnos
aproximadamente por aula y edades que bordean desde los cinco hasta los diez y
seis años, en un caso excepcional.
Un martes empezarían las clases, y con mucha emoción iría
con Antoine, habíamos preparado material; realmente me sentía toda una
profesora y queríamos dar lo mejor de nosotros.
Cuando llegamos los niños nos esperaban con ansías,
iniciamos las clases con 5to y 6to de primaria, con el abecedario, los colores,
los días de la semana y otras lecciones más; pero no siempre podía ser flexible
con ellos, ya que no faltaba alguno que iniciaba el desorden, y es ahí donde la
gran ayuda de Antoine era infalible y mi carácter se hacía presente.
Sin embargo, esa situación era solo cuestión de minutos,
ya que el resto de la clase tomaba su propio rumbo; lleno de lecciones, juegos
didácticos, enseñanza personalizada, dedicación y mucho amor.
Al día siguiente nos tocaría tener el desafío de
enseñarles a los niños de 1ero y 2do de primaria, niños los cuales muchos de
ellos no habían si quiera llevado inicial, percatándonos de la falta de nivel
educativo; sin embargo eso no fue motivo para decaer, unimos esfuerzo con
Antoine y buscamos alternativas de enseñanza.
3ero y 4to es un aula especial, tenemos niños con mucho
interés y algunos otros que requieren más de nuestro
apoyo constante.
Ésta última semana nos sucedió algo increíble, algunos de
los niños de diferentes clases nos esperaban afuera de las aulas, cerca del
paradero y otros en el gras de la escuela;
para que les podamos seguir enseñando, detalles como esos, para nosotros
valen más que cualquier otra cosa y por supuesto nos motiva a seguir con ésta
ayuda desinteresada.
Después de tres semanas de ésta increíble experiencia,
puedo decir con certeza que el sueño me lo hicieron éstos niños, al darme la
oportunidad de ser su profesora de turno.
No ha sido fácil ganarnos el respeto de éstos niños, pero
a pulso, sentimos que lo hemos logrado,
y no solo eso, sino que también estamos seguros de tener sus corazones.